LA EDUCACIÒN.
EL CALMECAC Y EL TELPOCHCALLI.
CALMECAC.
El Calmécac (del nahuatl calli
'casa', mecatl 'morador' y -c 'lugar').
Los Calmécac era la escuela para
los hijos de los nobles aztecas. En esta escuela se les entrenaba para ser
sacerdotes, guerreros de la élite, jueces, senadores, maestros o gobernantes,
educándolos en historia, astronomia y otras ciencia, la medición del tiempo,
musica y filosofia, religion, hábitos de limpieza, cuestiones de economia y
gobierno, y sobre todo, disciplina y valores morales. Había maestros especiales
que les enseñaban la tradicion, y leían y aprendían de memoria las historias
ilustradas en los codices. La escuela funcionaba como un internado, donde los
jóvenes vivían, dormían y comían. Con los aspirantes a sacerdotes su educación
se enfocaba en la religión, e incluía rituales, cantos a los dioses e
interpretación de los sueños. Los aspirantes a guerreros de la élite o a
gobernantes recibían más entrenamiento militar y sobre asuntos de economía y
gobierno.
TEPOCHCALLI.
Telpochcalli (en nahualt ‘casa de
los mancebos’), eran centros en los que se educaba a los jóvenes del pueblo, a
partir de los 15 años, para servir a su comunidad y para la guerra. A
diferencia de los nobles que asistían al calmecac, los vástagos de los plebeyos,
conocidos genéricamente como macehualtzin, asistían al telpochcalli. Estas
escuelas para jóvenes se encontraban en cada barrio o calpulli.

EL CUICACALLI, LA CASA DEL CANTO.
El concepto de “flor y canto” en la civilización del
Anáhuac, tiene una profunda connotación filosófica-educativa. Por ello, podemos
afirmar que producto de esta connotación existió una institución educativa
llamada “la casa del canto”, entendiendo que con la metáfora de “canto”, se
refiere a sabiduría, y flor a la belleza, pero aplicada a lo que se conoce como
“educación artística”.
En efecto, durante muchos siglos en todo el Anáhuac existían “centros
culturales” en los que los alumnos, mujeres y hombres, asistían por las tardes.
Estas instituciones estaban ubicadas por lo general en el centro de la
población y las niñas y doncellas partían en procesión, a la caída del sol
desde su Ichpochcalli, que se ubicaba en el lado poniente de la población.
Los niños y muchachos lo hacían desde su telpochcalli, situado en la parte
Oriente. Ambos lo hacían a la misma hora y entonando cantos e himnos
religiosos, todos acompañados por sus maestros en disciplinada y solemne
procesión.
En la lengua náhuatl, lengua franca en todo el Anáhuac, no existía el concepto
occidental de “arte”. Las expresiones artísticas estaban intrínsicamente
ligadas a la concepción de la divinidad suprema, entendida como algo abstracto,
que no se podía ver ni tocar, pero que era el medio por el cual el Espíritu se
expresaba. Este “lenguaje” era entendido como “flor y canto”, es decir, la
belleza que significa el perfecto equilibrio del mundo material.
En la casa del canto, además de socializar varones con mujeres realizando
actividades artísticas de manera conjunta, como: el baile, las representaciones
que podríamos llamar “teatrales”, el canto, la ejecución de instrumentos
musicales, la poesía, la oratoria, la pintura, la escultura, el grabado, el
arte plumario, la talla de madera y muchas otras, dependiendo del lugar y el
tiempo histórico.
Pues no debemos de perder de vista que fueron por lo menos tres milenios de
implantar este sistema, en diferentes culturas, en diferentes etapas de
evolución y diversos lugares geográficos. Pero en general, la educación tuvo
una matriz filosófica cultural que emanó de la Toltecáyotl, en la que en el
periodo Clásico encontró su epicentro en Teotihuacán y los toltecas, fueron
“los venerables maestros” del Anáhuac.